miércoles, 1 de abril de 2015

La realidad de la sombra con gabardina

El 9 de Abril de 1973, arrinconado dentro de unos almacenes de Pennstreet, le apuntaba directamente a la sien con un revólver de calibre 9 milímetros mientras escuchaban una canción.

Si bien, para conocer todos los pormenores de esta historia, habrá el lector de remontarse diez años atrás en el tiempo. En el mismo municipio de Pennstreet, una joven promesa del violonchelo llamada Clara, aquí su hija, volvía a casa más tarde de lo habitual después de terminar sus ensayos. Todo el que la escuchaba vibraba con su música, la que a veces hacía llorar o reír de la emoción. Su encanto se hizo en poco tiempo leyenda pues dibujada sonrisas en las vidas de las personas e incluso decían que curaba enfermedades. Aquel día mientras volvía a casa, los cielos se tintaron de negro y empezó a escupir enormes bolas de granizos que golpeaban los techos de los coches produciendo un ruido atronador. Clara no tuvo más elección que refugiarse en un portal. Tras ella entró una sombra con gabardina. Sin que le diera tiempo a reacción alguna, le tapó la boca para que no gritara, se tiró sobre ella, empujándola al suelo, y le desvistió el pantalón. Esa misma noche, la encontraron tirada en aquel mismo lugar con las piernas empapadas de sangre y su mirada perdida en la pared. 

Después de aquello, llegó a pasar por los cuidados de hasta una decena de terapeutas que intentaron ayudarla sin que nada funcionara. Era como si a un bombero quemado de tercer grado se le animara a que siguiera apagando fuegos. No olvidaba ese dolor. Seguía tocando el violonchelo, de hecho no hacía otra cosa, pero su música se había vuelto más siniestra y dramática. La gente dejó de seguirla pues les hacían ver las penas de la realidad en la que vivían y que querían seguir ignorando. Solo le quedaban sus padres que seguían dándole todo el cariño y el apoyo que sus fuerzas podían reunir. 
Con los años, Clara empezó a olvidar esos retazos de recuerdos de la sombra con gabardina a los que tanto se aferraba. Por lo que ahora no podía evitar desconfiar de todo el mundo. Ya no salía de casa, ni hablaba con sus padres, tan solo tocaba su violonchelo. Y así fue hasta el día en que su padre se la encontró en el baño con las venas cortadas. 

Todo el pueblo fue a su funeral para dar el pésame a unos padres amargados y abatidos. Fue al volver a casa cuando encontraron una nota que rezaba: “Fue Don Fabio Tassini. Tenga usted cuidado. “. Don Fabio Tassini era el empresario más importante de Pennstreet con más de un centenar de comercios y adjudicaciones a sus sociedades. Desde que recibiera aquella nota, el padre decidió seguirle los pasos. No tardo en saber dónde vivía, cuánto tardaba en ir de su adosado a las oficinas, o también cuándo solía organizar cacerías y celebrar fiestas con sus afines. No seguía la misma rutina todas las semanas y gustaba de viajar al menos una vez al mes. A pesar de todo llegó a la conclusión de que cada cuatro meses debía presentarse en los almacenes de Pennstreet por alguna razón. Allí culminaría su ansiada venganza tras todos estos años.

El 9 de Abril de 1973, Don Fabio Tassini llegó conduciendo su Land Rover y justo cuando se bajaba del coche y el padre iba a sorprenderlo, unos hombres a los que jamás había visto se pusieron delante protegiéndole. Luego se volvieron al padre y lo noquearon, dejándole inconsciente. 

Arrinconado dentro de los almacenes, Don Fabio Tassini le apuntaba directamente a la sien con un revólver de calibre 9 milímetros. Estaba atado de manos y piernas a una silla. 

— ¿Crees que no sé que me has estado siguiendo, cerdo apestoso? —hizo una pausa y continuó. ¿Sabes por qué me follé a tu niñita? Literalmente me excitaba cuando tocaba. Pero de verdad, me ponía como un tren. Iba siempre que podía a sus ensayos. Esos deditos tan finos… 

El padre gritó, intentó zafarse de la silla y, derrotado, lo maldijo mientras lloraba. Don Fabio Tassini sacó un reproductor de casete y lo encendió mientras seguía apuntándole a la cabeza. Sonó una canción de su hija, Clara. 

Tras unos minutos, disparó. 

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