lunes, 20 de abril de 2015

Culturas españolas del siglo XXI

«En los albores de la fiesta patria, con el aire engalanado entre músicas y pasiones, tres valerosos hombres se enfrentarán contra los toros de lidia de las mejores ganaderías, bravos y feroces, en la suerte suprema. Siendo esta una corrida benéfica que no se pueden perder, donde parte de los beneficios se donarán a la labor por la paz de las Hermanitas de la Caridad. »

Llegaron a la plaza con antelación acomodándose en sus asientos con unos cojines de color rojo, amarillo y rojo que traían consigo. Reme se abanicaba con carácter y el orgullo de sentirse guapa. Estrenaba vestido de tela fina con bordados de motivos florales y Fermín, su marido, con sus patillas, pantalón vaquero y camisa rosada. 

— ¡Hombre, er furia! Y Reme. ¡Qué paza! ¡Que os veo mu cerios! —les saludó José al llegar. 

José era compañero de Fermín en la patronal, donde le llamaban el furia porque siempre que en la misma jornada perdía el Madrid, su Sevilla y ganaban los catalanes, se calentaba tanto que se enfurruñaba contra sí mismo y literalmente echaba humo por las orejas. 

— ¿Agustín no viene o qué, tú? —le preguntó Fermín.
— ¿Tú zabe argo de él? Po’ ya zomos do’. Yo no le daba más entradas gratis pa’ vení, ci nunca viene.
—Mira, ya suena el… —empezó a decir Reme.
—El pasodoble, tú. Esto ya empieza. –le interrumpió Fermín. 

«Al ritmo del pasodoble, se abren las puertas del ruedo de donde emerge la bestia al trote. El toro, incompasible y furioso, tentando al círculo que lo contiene. Reta al público y ruge emanando rebufos por su hocico. El escenario aplaude en esta tarde jubilosa. »

—No veá. Este zale bueno, niño.  
—No sé, tú. Le han traído un año antes de tiempo. Cómo salga manso ya la hemos liao. —dudó Fermín.
—Tiene tres años cohone, ¿qué quiere’? Y lo bien que ha vivíoEce trae fuerzas, que ce nota. 

Justo en ese momento, llegó una pareja joven que se sentó detrás de ellos. 

—Vayan con el señor, caballeros. —Saludaron. — ¿Ha empezado ya?
—Ahora mismito acaba de salir el toro. —se apresuró a contestar Reme mirando a la joven de arriba a abajo. 
—Menos mal —continuó la joven—, veníamos con el tiempo justo, pero queríamos colaborar con la entrada y un donativo a la hermandad. 
—Así somos las personas de bien —respondió Fermín. —Hay que ayudar siempre.

Reme miró a Fermín. Y luego al ruedo. 

«Por fin, sale el picador a volandas sobre su caballo. Majestuoso y valiente. Dirige al caballo buscando al toro que va de un lado a otro hasta que lo acaban acorralando. El picador le muestra la lanza de metro y medio. ¡El toro se defiende! Le propina una dura cornada al caballo, que recula dolorido, pero el picador, con suma gallardía, aprovecha para clavarle la lanza cerca del pescuezo. Empieza a sangrar, señores, y el público vibra en esta fiesta. ¡Esto no acaba aquí! El toro sigue bravo, es su naturaleza, buscando al caballo, que lo rehúye. El picador debe sacar su maestría para controlar de nuevo a ese caballo. Tira de riendas y consigue que el caballo se vuelva a enfrentar a la bestia enfurecida. Cuando el toro vuelve a cornear al caballo y el picador, valeroso, desde arriba le clava, por segunda vez, la lanza. El toro retrocede. Ya está listo para el siguiente tercio. El picador abandona el ruedo saludando a la gente que le corresponde en cumplidos y toda clase de felicitaciones. Buen trabajo. »

— ¡Olé, olé y olé! ¡Guapo! —gritaba una mujer mayor desde más adelante. 
—Y decía tú que er toro no le iba a echa cohone. Po’ mira. 

Fermín asintió mientras Reme rebuscaba pelusas por su vestido. La pareja joven, emocionados, tenían una cruz cogida de la mano y daban gracias a Dios por el espectáculo. 

«Segundo tercio. Salta el banderillero mostrando su montera al público. El banderillero virtuoso empieza esquivando con arte y salero a la bestia. Una. Dos. Y a la tercera, cuando el animal le da la espalda, le acuchilla con las dos primeras banderillas. ¡Qué maravilla! El cuerpo del animal, tras otras seis banderillas clavadas como arpones en su piel, empieza a teñirse de rojo. La plaza se alza de nuevo en vítores. »

—Increíble, tú —dijo Fermín—. Esa banderilla que, ya ves tú, no hace nada, pues he llegado a ver cómo una de esas, mal clavada, le separaba en mitad el muslo de la pata. Como lo oyes, tú. Pues el animal siguió luchando, tú. 
—Si es que los toros han nacio pa’ esto. Qué lucha bonita, coño. —asintió José. 

«El banderillero sigue en el ruedo descubriéndose ante un público entregado en elogios. ¡Atentos, señores! ¡Esto es una desgracia! En un mal paso, ha resbalado y el toro lo ha pillado por uno de sus cuernos. ¡Lo ha zarandeado como si fuera una marioneta! Ocho novilleros han tenido que salir para despistar al toro y llevar al banderillero hasta la cuadrilla. »

— ¡Ay, señor! ¡Pobrecillo! —Empezó a llorar la misma mujer mayor de delante— ¡Qué no haya pasao ! Esa mierda toro casi lo mata. ¡Salvaje! 

Se hizo el silencio en la plaza. 

«Tras unos minutos, el toro, empapado en rojo, se ha tendido en mitad del ruedo y empieza a vomitar sangre. Cuánto amamos a este precioso animal. El toro está listo para el tercio de la muerte. La suerte suprema. Sale el matador y la plaza se vuelve a venir arriba. »

— ¿Esta noche qué quieres para comer? —preguntó Reme. 
— ¿Ahora me preguntas eso? ¿No hay otro momento?
—De verdad eh, que no se puede hablar contigo… 

Reme se sacó un espejo. A pesar del viento que soplaba, tenía bien el peinado. 

«Desde donde estamos retrasmitiendo, se escuchaba como el toro brama al matador, en su último aliento. Sigue tendido sobre el terreno con su mirada fija y violenta. El matador acaba de recoger la espada de acero y la levanta apuntándole mientras se acerca poco a poco a él. ¡Ya lo tiene! Le ha clavado el estoque a la altura de la cruz del cuello, tan profundo y merecido que no sé cómo no le ha sobresalido la punta por las costillas. El animal se derrumba, allí, en mitad del círculo, aun moviendo las piernas con impulsos huecos. »

El público no cabía en sí de gozo, gritando al unísono: "Córtale la oreja. La oreja. ¡Las dos orejas!"

—Te recuerdo que mañana tenemos que ir a misa. —le recordó la chica de la pareja joven a su novio. 



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