lunes, 13 de octubre de 2014

Relato del interrogatorio

Señor agente, le puedo asegurar que estaba aquí haciendo mi trabajo, sirviendo en el centro de todo este agasajo. Y en verdad le digo que soy muy bueno en lo mío, siempre atento y presto, así que, claro, pensará entonces que nadie más que yo pueda dar nueva alguna que aclare en algo todo este entuerto. No sé si cumpliré las expectativas, pero yo lo que vi únicamente era mucha gente bebiendo unos de otros. Y con otros también. Imagínese lo raro que todo era para mí pues para eso estaba yo, para servir, no sé qué pensara usted. Y no crea que no bebían con ansia, lo hacían con sarna, absorbían más bien como si se tuvieran que dar prisa en calmar alguna sed contagiosa. No sé la verdad, para mí todo era muy confuso y le puedo decir que he servido en todo tipo de mesas, pero, que yo sepa, no hay líquido alguno por donde bebían, o sí, en fin, más sabrá usted de esto, señor agente. 

Lo cierto es que todo cambió cuando llegó ella. Todos pararon sus bebidas para saludarla con vítores y aleluyas, hasta la música hizo una pausa para marcar los ritmos de su recibimiento. Ella entró meneando su cuerpo menudo y generoso con unos aspavientos que podrían decir mucho de ella. Qué figura señor agente, la recuerdo perfectamente con una piel tan oscura como nunca antes había visto, ni siquiera en mis tiempos mozos allá en la fábrica, que yo de esto sí le puedo hablar. También iba pintada con coloretes y brillantinas, que yo a veces también me pinto, no me entienda mal, todo lo contrario, lo lucía con tanto gusto y elegancia que si de otro se tratara me rompería solo de la envidia. Cuando la música se reanudó, ella fue a darle algo a cada dos, tres y cuatro individuos que bebían, también a algunos solitarios que botaban, vaya usted a saber por qué señor agente. Así siguió un buen rato repartiendo por todo el salón sorteando piernas, brazos e intimissimis, que recuerdo bien este nombre de una vez tuve unos en mis entradas. Vasos ninguno, sólo los que había a mi vera, allí se bebía sin vasos. El caso es que yo seguía allí, en mitad de todos, ignorados vilmente, pero absolutamente prendado de aquella mujer a la que no podía dejar de observar pero que parecía tener cuentas con todos menos conmigo. Hasta que llegó mi momento. Se acercó a mí toda ella dispuesta a requerir de mis buenas y en ese justo momento pasó todo. Un hombre se levantó despavorido, chillando como si algo le hubiera sentado mal. Tanto líquido, pensé para mis adentros. Luego allí todos fueron aquejándose de la misma dolencia, saltando y gritando desposeídos. Los intimissimis no se vieron afectados, señor agente. En una de esas, alguien me golpeó por detrás, caí al suelo y no pude ver más. 

- Agente, deje de hablar con botijos y aclare algo de las muertes en esta orgía. 
- Jefe, ha sido una intoxicación con alguna sustancia estupefaciente. Buscamos una mujer 
con forma de botijo. – contestó el agente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario